Algunas posturas no cansan tanto.
Bueno, a unos más que a otros. Y, por supuesto, dejando de lado a todos aquellos que sienten verdadera fobia hacia estas cuestiones. Aún así, reconozcámoslo. Copular cansa. Bueno, hacer el amor también, pero menos, sobre todo si se tiene tiempo y un lugar cómodo y confortable en el que llevar a cabo dicha actividad. Más que nada, porque se pueden hacer paradas técnicas, comentar la jugada, fumarse un cigarrillo (mejor a medias, o la alcoba termina apestando como un cabaret), hacer excursiones a la nevera o incluso, llegado el caso, bajar a la calle a cambiar el ticket de la ORA del coche (basado en hechos reales). Sin embargo, aunque el coito apresurado “corre corre que te pillo” en muchas ocasiones suele ser un fogonazo de adrenalina muy divertido y provechoso, lo cierto es que comporta un gasto de energía tremendo. Desde que se ha puesto de moda entre muchos sectores de la juventud lo del pressing-catch (esos señores en calzoncillos haciendo ver que se pelean y se hacen daño, ante una audiencia histérica), muchos individuos del género masculino intentan convertir la cama en un ring. Algunos están convencidos que cuanto más brutos sean, más posturas sepan hacer o más expeditivas sean sus maneras, mayor grado de placer aportan a sus parejas. O que recibirán una valoración más positiva (sospecho que, al fin y al cabo, casi siempre nos encontramos ante una simple cuestión de ego). Más de una amiga mía me ha comentado como, sin previo aviso, el chico encantador con el que estaban tomando una copa se ha transformado en el increíble Hulk del sexo una vez han puesto los pies en el dormitorio. Te cogen, te suben, te bajan, te estampan contra el cabecero, te ponen a hacer el pino (con los riesgos que comportan ciertas posturas, sobre todo si eres de digestión pesada), te enseñan Pamplona y sus alrededores… En fin, una maratón gimnástica que no seré yo quien diga que está mal, Dios me libre, pero también hay que recordar que no está de más aprender a economizar un poco. O a avisar, que la gente no gana para sustos. Por cierto, para los amantes de las piruetas y posturas sexuales arriesgadas y extenuantes, muy pronto os hablaré de unos estupendos y cómodos arneses ideados para tales menesteres y que se han presentado hace poco en la Feria de juguetería erótica de Berlín. Lo vais a flipar, en serio.
Permitidme que me ponga un poco romántico (lo justito, que no cunda el pánico) y hablemos de otras cosas que se pueden hacer en nuestros momentos más íntimos, además de ejercitar los músculos y las articulaciones. En su día hablamos de las pinturas corporales, aceites de masajes y otros artículos por el estilo que suponen una novedosa y relajada manera de practicar sexo, que decían las Papa Levante. Recuperar el sentido del tacto (en algunos casos, incorporarlo por primera vez, que los hay muy burros y van directos al pan) en nuestras relaciones sexuales es algo muy placentero que, además, ayuda a que se abran con más facilidad ciertas puertas y mejoren nuestras prestaciones una vez entrados en materia. Acaba de salir al mercado un fantástico kit de pintura corporal de látex. Sintiéndolo mucho por los alérgicos a dicho material, la verdad es que el látex se adapta a nuestro cuerpo como una segunda piel, con todo el componente de morbo y sensualidad que comporta. Con esta pintura, se puede jugar a los vestiditos, fabricar de manera casera ciertas prendas íntimas directamente sobre la piel o escribirte sobre el tórax un 'Yes we can' para sorprender a tu pareja. Está muy bien dejarse llevar por ciertas euforias, por utópicas que sean. Y sin cansarte tanto.
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