Trailer
Fotogramas de la película
Sinopsis
Berlín, 1944. El falsificador Salomon Sorowitsch es llevado como prisionero al campo de concentración de Sachsenhausen. Son tiempos difíciles para Alemania. El coste de la guerra y el esfuerzo por desgastar al otro bando llevan a los nazis a la "Operación Bernhard", una estafa monetaria a gran escala para inundar los países enemigos de billetes falsos. Sorowitsch y otros expertos en la falsificación aceptan colaborar, sabedores que están ante una cuestión de vida o muerte, pero también de honor.
La ganadora del Oscar 2008 como mejor película extranjera es un drama austriaco que se centra en uno de los episodios nazis sobre los que más se ha escrito: la "Operación Bernhard". Planeada por altos cargos nazis y ejecutada por expertos en falsificación, era la única alternativa que les quedaba a los prisioneros de los campos de concentración para salir con vida o al menos para vivir en mejores condiciones (una mejor celda, con cama y alimentos). El filme ha sido dirigido por Stefan Ruzowitzky, que ya estuvo nominado a la estatuilla en la misma categoría por "Los herederos". Ruzowitzky también se ha encargado del guión, basándose en el caso real del superviviente Adolf Burger y en la propia memoria que en Austria se tiene del nazismo.
El elenco está compuesto por actores poco conocidos como Karl Markovics, al que hemos visto en alguna temporada de "Rex, un policía diferente", August Diehl (El noveno día), Devid Striesow (El hundimiento) o Marie Bäumer (El tesoro de Manitú). Además del Oscar, "Los falsificadores" ganó la Espiga de Plata en la Seminci de Valladolid.
Precedida de todo un Oscar a la mejor película extranjera, tan sorprendente como excesivo (más que por los méritos de la competencia por los de la no competencia, es decir los de todas aquellas formidables películas inexplicable y prematuramente eliminadas de la lucha por la estatuilla), "Los falsificadores" se inscribe dentro de esa corriente de nuevo cinehistórico germanoparlante a través del cual Alemania (y en menor medida Austria) ha encontrado un itinerario de proyección internacional que no tienen sus películas de temática contemporánea. "El hundimiento", "Napola", "Sophie Scholl", "El noveno día" o "El último tren a Auschwitz" (por no hablar de productos televisivos como "Stauffenberg" y sucedáneos) han reivindicado la necesidad de una reflexión interna y nacional acerca de un pasado del que hasta hace poco se huía como de la peste, dejando la responsabilidad de inmortalizarlo a cineastas foráneos cuyo instinto de urbanidad (Spielberg, Costa-Gavras) los presentaba como cronistas exógenos de la Alemania nazi y aledaños. Alemania (y ahora Austria) reclaman al fin el testigo y se atreven a purgar conciencias y exorcizar viejos fantasmas (en esa línea de pensamiento cinematográfico se inscribía también "La vida de los otros" de Henckel Von Donnersmarck), sacando a la luz los rincones más oscuros del tenebroso pasado.
"Los falsificadores" se inscribe de lleno en este movimiento amorfo, no organizado, de relectura del pasado nazi y, en segunda instancia (y eso es lo que más escuece), de cuestionamiento (especialmente gráfico en "El hundimiento" y en "Sophie Scholl") del papel de Alemania como nación (entendido tal concepto como la suma de sus gentes) en el reparto de responsabilidades morales resultantes de la II Guerra Mundial. Stefan Ruzowitzky desentraña aquí los pormenores de la Operación Bernhard, el canto del cisne de la Alemania nazi que, con la derrota a la vuelta de la esquina, jugó sus últimas cartas en el contexto de este frustrado proyecto de desestabilización económica del bando aliado. El asunto consistía en reunir a un grupo de falsificadores judíos de élite para producir masivamente libras esterlinas y dólares falsos que introducir posteriormente en Gran Bretaña y Estados Unidos con el fin de mandar su precaria estabilidad financiera a pique. De nuevo, como en casi todas las producciones afines en temática y filosofía, prima la información sobre la dramaturgia, la crónica de sucesos sobre la estabilidad del armazón narrativo. En tal sentido la película de Ruzowitzky se revela como una vívida ilustración histórica de un episodio escasamente conocido de los estertores del III Reich que, en segundo plano, saca a la palestra en intermitencias, la cuestión del dilema moral que aflige al que opta por la supervivencia irresponsable frente al que aboga por el sacrificio responsable.
¿Es lícito cooperar con la barbarie, o hacer oídos sordos a ella, para salvar el pellejo contribuyendo indirectamente a la alimentación de la bestia? ¿Es censurable anteponer la propia piel a los intereses supravivenciales del colectivo? "Los falsificadores" tiene a bien mantenerse al margen de categóricas respuestas o lecturas morales o moralistas derivadas de las potenciales soluciones a esas preguntas. Sólida miniatura histórica, altorrelieve didáctico sin ambages sentimentales, la película de Ruzowitzky asume la equidistancia como principio para bien y para mal. Y es que su película no colea en la memoria como tal película sino como ventana audiovisual y documentada a un pasado de escalofríos y sombras gigantescas. Otro cine histórico es posible, y "La vida de los otros" es la mejor prueba de esa variante factible, pero dentro de los límites (limitados, valga la redundancia) del cine-testimonio, "Los falsificadores" camina con la cabeza bien alta.
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